De la existencia de Jesús de Nazareth no duda ningún historiador serio. Para el historiador especializado en culturas antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencia de que existió Jesús que la que tenemos de famosos personajes históricos paganos. También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier palestino judío antes del 70 d.C.». E. P. Sanders en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo y otra de las figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar». F.F. Bruce, autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que «para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César».


Acerca del “Mito de Cristo”, la mayoría de los estudiosos consideran esta teoría bastante inverosímil. (1) Según Antonio Piñero, desde la década de 1920 «no se considera científico negar la existencia histórica de Jesús debido a la cantidad de pruebas directas o indirectas de su existencia». (2) Como argumentos que hacen más verosímil la existencia histórica de Jesús, Piñero cita:

1) La mención de Jesús en las obras de dos autores no cristianos considerados fiables (Tácito y Flavio Josefo);

2) El conjunto de textos cristianos transmitidos acerca de su figura, ya que «aunque los escritos cristianos se manifiesten como obras de seguidores de Jesús, negar la existencia histórica del personaje central de ellas presenta muchas más dificultades que admitirla» (3)

3) Las alusiones en dichos textos a figuras históricas cuya existencia puede comprobarse con documentos no cristianos;

4) Las reinterpretaciones y remodelaciones de la figura de Jesús realizadas por los autores de las fuentes cristianas, que no hubieran sido precisas si el personaje fuera una invención.

5) El desarrollo del cristianismo, difícil de explicar sin la figura de Jesús. (4)

El historiador norteamericano John P. Meier relata en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo «cuando en conversaciones con gente de la prensa y el libro (...) ésta fue casi invariablemente la primera pregunta: Pero ¿puede usted probar que existió? Si me es posible reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como «¿Hay pruebas extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús? Entonces creo que, gracias a Josefo (Flavio Josefo), la respuesta es sí».

Repasemos algunas evidencias…

#1 Flavio Josefo. El historiador judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el texto conocido como «Testimonium flavianum» de su libro «Antigüedades judías (91-94)» una referencia a Jesús que si bien se cree que fue retocada con las frases abajo entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. (Él era el Mesías) Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. (Porque él se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él) Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido».

En Ant. 20.9.1. también hace referencia a «Jesús, que es llamado Mesías» al dar cuenta de la condena a Santiago a ser apedreado.

Con este entorno, era de esperarse que se refiriera a Jesús de Nazaret, y lo hace -dos veces, de hecho. En Antigüedades 18:63 -a la mitad de su relato sobre Poncio Pilato (26-36 d.C.)- Josefo hace la más extensa referencia secular a Jesús que aparezca en cualquier fuente del primer siglo. Más tarde, cuando relata sucesos de la administración del gobernador romano Albino (62-64 d.C.) en Antigüedades 20:200, nuevamente menciona a Jesús en conexión con la muerte de su medio hermano, Santiago el Justo de Jerusalén. Estos pasajes, junto con otras referencias extrabíblicas y no cristianas a Jesús en fuentes seculares del primer siglo -entre ellas Tácito (Anales 15:44), Suetonio (Claudio 25) y Plinio el Joven (Carta a Trajano)- prueban definitivamente que cualquier negación de la historicidad de Jesús es puro sensacionalismo producido por gente desinformada o deshonesta.

Debido a que las citadas referencias a Jesús son vergonzosas para tal tipo de personas, han sido atacadas por siglos, especialmente los dos casos de Josefo, lo que ha provocado la aparición de una gran cantidad de libros académicos. Estas referencias constituyen el bloque más grande de pruebas del primer siglo a favor de la existencia de Jesús fuera de las fuentes bíblicas o cristianas, y bien pueden ser la razón de que las vastas obras de Josefo hayan sobrevivido casi intactas a través de los siglos, siendo que otras grandes obras de la antigüedad se perdieron en su totalidad. Examinemos cada una de ellas.

Antigüedades 18:63. El texto estándar de Josefo dice así:

Por ese tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si en verdad uno debe llamarlo hombre. Porque realizó hechos extraordinarios y fue maestro de quienes aceptaron felizmente la verdad. Se ganó a muchos judíos y griegos. Era el Mesías. Cuando fue acusado por los hombres más importantes de nuestro pueblo, y Poncio Pilato lo condenó a ser crucificado, quienes originalmente habían llegado a amarlo no cesaron de hacerlo; porque se les apareció al tercer día, restaurado a la vida, como los profetas de la Deidad habían predicho esta y otras incontables maravillas acerca de él, y la tribu de los cristianos, así llamados en honor a él, no ha desaparecido hasta nuestros días. (5)

Aunque este pasaje aparecía así ya en manuscritos del tercer siglo, el historiador cristiano Eusebio y otros eruditos a través del tiempo han sospechado que hubo una interpolación cristiana, pues es muy improbable que Josefo haya creído en Jesús como Mesías o en su resurrección, ya que nunca se convirtió al cristianismo. Sin embargo, en 1972 el profesor Schlomo Pines de la Universidad Hebrea de Jerusalén anunció haber descubierto en  las obras del historiador Agapio del siglo X una tradición diferente del texto del manuscrito de Josefo, que dice lo siguiente en Antigüedades 18:63:

En ese tiempo hubo un sabio llamado Jesús, y su conducta fue buena, y fue conocido por virtuoso. Muchas personas de entre los judíos y las otras naciones se convirtieron en sus discípulos. Pilatos lo condenó a morir crucificado. Pero quienes se habían convertido en sus discípulos no abandonaron su enseñanza. Informaron que él se les apareció tres días después de haber sido crucificado y que estaba vivo. Según esto, tal vez haya sido el Mesías, de quien los profetas habían informado maravillas. Y la tribu de los cristianos, llamada así en honor a él, no ha desaparecido hasta hoy.

Esta es claramente una forma en que un judío podría haber escrito sin ser cristiano. (6)

La opinión de los expertos respecto a Antigüedades 18:63 se divide en tres creencias básicas:

1) El pasaje original es totalmente auténtico (opinión de una minoría);

2) Todo es una falsificación cristiana (opinión de un grupo aún menor); y

3) El texto de Josefo que incluye material auténtico sobre Jesús contiene interpolaciones cristianas (opinión de la gran mayoría hoy en día, particularmente considerando el texto agapiano -inmediatamente anterior- que no muestra signos de interpolación.)

Josefo debe haber mencionado a Jesús en la versión auténtica de Antigüedades 18:63 ya que este pasaje está presente en todos los manuscritos griegos de Josefo, y la versión agapiana concuerda bastante bien con su gramática y vocabulario en todas las demás partes. Además, Jesús es retratado como un "hombre sabio" [sophos aner], una frase no utilizada por los cristianos pero empleada por Josefo para referirse a personalidades como David y Salomón.

Además, su declaración de que Jesús se ganó a "muchos griegos" no aparece en el Nuevo Testamento, y por tanto difícilmente es una interpolación, sino algo que Josefo habría notado en su época. Finalmente, el hecho de que en la segunda referencia a Jesús en Antigüedades 20:200 (que viene a continuación) lo llama sencillamente el Christos [Mesías], sin más explicaciones, sugiere que ya se había hecho una identificación previa y detallada. Si esta hubiera sido la primera mención, probablemente la frase habría sido algo como "...hermano de cierto Jesús, a quien llamaban el Cristo".

Antigüedades 20:200

Este es un pasaje muy importante, ya que tiene muchos paralelos sorprendentes con lo que sucedió el Viernes Santo, y sin embargo parece haber sido ignorado casi por completo por los expertos revisionistas del Nuevo Testamento. Habla sobre la muerte del medio hermano de Jesús, Santiago el Justo de Jerusalén, en la época del sumo sacerdote Anano, hijo del anterior sumo sacerdote Anás y cuñado de Caifás, ambos bien conocidos en los evangelios. 

El texto de Josefo dice así: "con tal carácter ["impulsivo y temerario" por el contexto], Anano pensó que con Festo muerto y Albino aún en camino, él tendría la oportunidad adecuada. De acuerdo con los jueces del Sanedrín, trajo ante ellos al hermano de Jesús llamado el Cristo, cuyo nombre era Santiago, y a ciertos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran lapidados. Pero de entre los residentes de la ciudad, aquellos a quienes se les consideraba más justos y estrictos en la observancia de la ley, se ofendieron por esto. Por tanto, secretamente se pusieron en contacto con el rey [Herodes Agripa II], incitándolo a ordenar a Anano que desistiera de ese tipo de acciones, porque no tenía justificación para lo que ya había hecho. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, quien estaba de camino a Alejandría, y le informaron que Anano no tenía autoridad para convocar al Sanedrín sin su consentimiento. Convencido de estas palabras, Albino escribió en tono iracundo a Anano, amenazándolo con un castigo. Y debido a esto, el rey Agripa lo destituyó del cargo de sumo sacerdote, el cual había desempeñado durante tres meses."

Esta segunda vez que Josefo se refiere a Jesús no muestra manipulación del texto y está presente en todos los manuscritos. Si hubiera habido interpolación cristiana aquí, sin duda se habría incluido más material sobre Santiago y Jesús que esta breve nota de paso. Santiago hubiera sido adornado con lenguaje elogioso y llamado "el hermano del Señor", como el Nuevo Testamento lo define, en lugar de "el hermano de Jesús". Además, el Nuevo Testamento no podría haber sido la fuente de Josefo porque no proporciona detalles sobre la muerte de Santiago. Que Josefo haya definido a Jesús como aquel a "quien llamaban el Christos" es creíble e incluso necesario en vista de los otros veinte Jesuses que cita en sus obras.

Consecuentemente, la gran mayoría de los eruditos contemporáneos consideran este pasaje como genuino en su totalidad, y concuerdan con el experto en Josefa, Louis H. Feldman, y su nota a la edición de Josefo publicada por la Biblioteca Clásica de Loeb: "...pocos han dudado de la legitimidad de este pasaje sobre Santiago" (7).

La preponderancia de las pruebas sugiere enérgicamente que Josefo realmente mencionó a Jesús en ambos pasajes. Lo hizo en una forma totalmente congruente con el retrato de Cristo en el Nuevo Testamento, y su descripción desde el punto de vista de un no cristiano parece notablemente justa, especialmente en vista de su bien conocida tendencia a "quemar" a los falsos Mesías, a los que consideraba desgraciados que desviaron a la gente y provocaron la guerra contra los romanos.
Además, en su segunda referencia las actitudes del sumo sacerdote y el Sanedrín contra el gobernador romano, refleja perfectamente las versiones del Evangelio en cuanto a la existencia de dos partidos opuestos en los sucesos del Viernes Santo. Y estas pruebas extra bíblicas no provienen de una fuente cristiana tendiente a hacer que los Evangelios parezcan buenos, sino de un autor judío que nunca se convirtió al cristianismo.

#2 Tácito. El historiador romano (56 a 118 d.C) menciona a «Cristo» en sus «Anales» escritos hacia el año 116 d.C. al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y recoge cómo «para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “crestianos”, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo».

Aquí nuevamente, tenemos un testimonio explícito no cristiano del origen y de la difusión del cristianismo. Aún más importante, este reporte de Tácito provee una evidencia histórica firme de que los cristianos en Roma, tan sólo treinta años después de la muerte de Cristo, eran asesinados por sus convicciones de que Jesús vivió, murió y resucitó por ellos. 

Pocos escritores han tratado de atacar la autenticidad de este pasaje, pero sus argumentos generalmente han caído en oídos que no comparten sus opiniones. Consulté a las mismas autoridades en los clásicos que tratan con esta cuestión (por ejemplo, los clasicistas de Oxford y al notable especialista en los escritos de Tácito, Henry Furneaux), y la conclusión es que la evidencia es muy sólida de que este pasaje proviene de la mano de Tácito. Casi todos (incluyendo a Wells) admiten que el estilo es claramente «latino de Tácito». 

Además, puesto que el pasaje no habla bien de los cristianos, no hay motivo probable de que nadie más que Tácito lo haya escrito. Wells trata de atacar el pasaje desde un ángulo diferente, él alega que la afirmación de Tácito acerca de Jesús no tiene valor histórico, puesto que probablemente él sólo está repitiendo información que obtuvo de los cristianos mismos. Puesto que la vida de Jesús, según Wells, fue sólo una leyenda, los cristianos reportaron a Tácito como hecho histórico lo que sólo fue leyenda. 

Wells ofrece tres argumentos a modo de evidencia.

Primero, él dice que Tácito «le da a Pilato el título de "procurador", el cual estuvo en uso sólo desde la segunda mitad del primer siglo». Pero si esta información provino de los cristianos, ¿por qué Tácito, en Anales 4,5., llama a Lucilo Cápito «procurador» cuando él también estuvo en el cargo antes del cambio de nombre? El también llama al emperador «imperitante», que Tácito, siendo senador, hubiera sabido que no era el título apropiado de los emperadores anteriores. Tácito estaba meramente utilizando términos que eran familiares en su día para hacer claro a los lectores de su época las posiciones que tenían los diferentes individuos en el gobierno.

Segundo, Wells dice que si Tácito obtuvo su información de los registros oficiales, él hubiera llamado a Jesús por su nombre, y no por el título de «Cristo». Pero si Tácito hubiera dicho «Jesús», habría necesitado dar información adicional para explicar cómo Jesús se relacionaba con los cristianos. Furneaux afirma que «Christus», como un nombre, sería el apropiado para utilizarse aquí, como explicación de "christianus". En efecto, si Tácito hubiera recibido la información de parte de los cristianos, sería más probable que utilizara el nombre de «Jesús» o posiblemente «Cristo Jesús» como una referencia más íntima. Tácito puede que haya sido más motivado a utilizar «Christus» si era de conocimiento común que los judíos tenían «oráculos antiguos de que un Mesías conquistador se levantaría». El uso del término «Christus» sería más propio para promover disgusto público en contra de los cristianos. 

Tercero, Wells afirma que Tácito «seguramente estaba gustoso de aceptar de los cristianos el concepto de ellos de que el cristianismo era de un origen reciente, puesto que las autoridades romanas estaban dispuestas a tolerar sólo los cultos antiguos». Wells está tratando de argumentar que Tácito sólo aceptó de los cristianos que Cristo murió bajo Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio. Pero hay muchas razones para creer que Tácito tenía otra información aparte de lo que él escuchó de los cristianos. 

Primero. El hace su afirmación acerca de la muerte de Cristo como un hecho histórico, y no como que alguien dijo que era verdad. 

Segundo. Como se mencionó en el capítulo anterior, tanto Justino como Tertuliano desafiaron a sus lectores a que fueran ellos mismos y leyeran los documentos oficiales seculares que substanciaban ciertos detalles de la vida de Jesús. 

Tercero. Siendo un senador romano, Tácito ciertamente debió haber tenido acceso a los mejores registros disponibles en el Imperio Romano durante ese tiempo. 

Cuarto. En Anales 4.10, donde Tácito refuta un rumor en particular, dice que él tiene información de «las autoridades más numerosas y dignas de confianza». En 4.57 dice: «He seguido a la mayoría de los historiadores». 

Quinto. Tácito es cuidadoso de registrar conflictos en sus fuentes. En 15.38 habla de versiones conflictivas en lo que respecta a la fuente del gran incendio de Roma. 

Sexto. Tácito no cita sus fuentes sin criticarlas. En Anales 4.57 cuestiona la mayoría de los reportes de las autoridades. En 15.53 él considera la afirmación de Plinio como absurda, y en 13.20 nota la influencia de Fabio Rústico. B. Walker comenta que Tácito «era un persistente escéptico hacia el rumor popular, aun cuando el rumor coincidiera con sus propios prejuicios» y cita Anales 2.68 como un ejemplo. 

Séptimo. Tácito protege su opinión cuando otros no lo hacen.

Octavo. Tácito hace una distinción entre hechos y rumores, utilizando expresiones tales como, «Algunos lo han puesto en los registros»; o «Como dice el relato general». El también utiliza términos como «Se dice» y «Dicen» cuando él no quiere ser responsable por la confiabilidad de una afirmación. Maurice Goguel, antiguo profesor de teología de la Universidad de París, nota que la ausencia de palabras tales como «se dice» en los Anales 15.44 (un pasaje acerca de Cristo) debería hacemos creer que la fuente de Tácito fue un documento. El afirma: «Un hecho es seguro, que Tácito sabía de algún documento, que no era ni judío ni cristiano, que conectaba al cristianismo con el Cristo crucificado por Poncio Pilato». 

Finalmente, aun si Tácito no hubiera hecho una afirmación independiente de la persona de Cristo, todavía registraría el hecho de que hombres y mujeres que vivieron treinta años después que Jesús fue crucificado, estaban dispuestos a morir por sus creencias de que Jesús había vivido hacía sólo treinta años antes. 

Algunos de ellos, Pedro por ejemplo, había escuchado, visto, hablado y caminado con El. Y como J.N.D. Anderson, el antiguo profesor de leyes orientales en la Universidad de Londres, ha señalado: Es tener poca imaginación sugerir que cuando él añade que «la perniciosa superstición fue detenida por el momento sólo para volver a brotar una vez más», está dando un testimonio indirecto e inconsciente de la convicción de la iglesia primitiva de que el Cristo que había sido crucificado había resucitado de la muerte.

#3 Plinio el Joven y Trajano. Plinio el Joven fue un procónsul en Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10 escribe al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar un himno a Cristo «como a un dios»: «Decidí dejar marcharse a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen». (8)

“…ellos (los Cristianos) tenían la costumbre de reunirse en cierto día establecido antes de que fuera de día, cuando cantaban en versos alternos un himno a Cristo, como a un dios, y unidos ellos mismos por un juramento solemne, no ante cualquier hecho malo, para no cometer nunca fraude, robo o adulterio, nunca para falsificar la palabra de ellos, ni negar una verdad cuando tenían que ser llamados para entregarla; después de lo cual era la costumbre de ellos separarse, y se volvían a juntar luego para participar del alimento, alimento de una clase ordinaria e inocente…”

Trajano contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los cristianos, pero que, cuando se les acusara, debían ser castigados a menos que se retractaran:

Mi estimado Secundus, has actuado con una corrección perfecta al decidir los casos de aquellos que han sido acusados ante ti de ser cristianos. Verdaderamente, no se puede hacer una decisión general con una forma establecida para tratar con ellos. NO se debe tratar de descubrirlos; si se les ha acusado y hallado culpables, deben ser castigados, aceptándose que cualquiera que niegue que es cristiano y ofrezca pruebas prácticas de ello, invocando a nuestros dioses, debe ser perdonado de acuerdo a la fuerza de su repudio, no importa cuáles sean las bases para las sospechas que hayan existido en contra de él en el pasado. Documentos anónimos que sean puestos delante de ti no deben recibir atención en ningún momento; estos forman un mal precedente y son muy indignos del tiempo en que vivimos.

Estas dos cartas confirman un buen número de detalles del cristianismo primitivo los que se encuentran o son implícitos en el Nuevo Testamento. Por ejemplo: (1) Los cristianos que eran ciudadanos de Roma eran enviados allá para su juicio, como en el caso de Pablo; (2) algunos se retractaron de ser cristianos, como Jesús lo había predicho en la parábola del sembrador; (3) ellos sostenían que Cristo era Dios; (4) ellos poseían un carácter moral ejemplar; (5) un gran número de personas eran añadidas a la iglesia; (6) el esparcimiento del cristianismo tuvo repercusiones financieras para aquellos cuyos oficios estaban relacionados con diferentes templos paganos y religiosos (por ejemplo, los plateros de Hechos 19). 

#4 Suetonio. El historiador romano (70-140 d.C.) hace una referencia en su libro «Sobre la vida de los Césares» donde narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos. En el libro V se refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus».

La mayoría de los historiadores coinciden en que Chrestus es Cristo porque era frecuente que los paganos confundieran Christus y Chrestus y no existe ningún testimonio sobre ningún Chrestus agitador desconocido. (9) 

En los Hechos de los Apóstoles se recoge este acontecimiento: «Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos.»

Como es muy poco probable que un interpolador cristiano hipotético hubiera llamado a Jesús «Cresto», colocándolo en Roma en el año 49, o llamándolo un «alborotador», la abrumadora mayoría de los estudiosos concluyen que el pasaje es genuino. (10) 

James D.G. Dunn afirma que la mayoría de los estudiosos deducen que Suetonio «entendió mal el nombre ‹Cristo› (en referencia a Jesús como Cristo) como ‹Cresto›», y también entendió mal el informe y asumió que los seguidores de un tal Cresto estaban causando disturbios dentro de la comunidad judía basándose en su instigación. Feldman afirma que la mayoría de los estudiosos suponen que la referencia a Jesús se sobreentiende y que las perturbaciones mencionadas se debieron a la difusión del cristianismo en Roma. (11) Robert E. Van Voorst afirma que existe un acuerdo «casi unánime» entre los estudiosos que el uso de Cresto aquí se refiere a Cristo, (12) pero afirma que nada en la frase que escribió Suetonio se refiere explícitamente a Cristo o al cristianismo y añade que la forma más sencilla de entender la declaración es que Cresto era un agitador en Roma. (13) Más tarde, Van Voorst explica que en el pasaje Cresto es más probablemente un error desde Cristo. (14) E. M. Smallwood afirma que la única interpretación razonable es que Suetonio se refería al cristianismo. (15)

Chresto (ablativo de Chrestus) es la ortografía más confiable en la obra de Suetonio. William L. Lane afirma que la confusión entre Cresto y Cristo fue bastante natural para Suetonio, dado que en ese momento histórico la distinción entre ortografía y pronunciación era insignificante. (16) 

Carril afirma que esto es apoyado por la ortografía de «cristianos» en Hechos 11:26, 26:28 y en 1 Pedro 4:16, donde el codex Sinaiticus uncial lee «crestianos». (16) Raymond E. Brown afirma en el siglo II, cuando Suetonio escribió, tanto Christus (Cristo) y Christianus (cristiano) se escribían a menudo con una «e» en vez de una «i» después de la «r». (17) En Nero 16 la palabra «cristianos» se deletrea christiani.

#5 Luciano de Samosata. El escritor griego Luciano de Samosata satiriza a los cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»: “ Ustedes saben, los Cristianos, adoran a un hombre hasta este día—el distinguido personaje el cual introdujo sus nuevos ritos y fue crucificado de acuerdo con ese informe…Usted ve, estas criaturas equivocadas empiezan con la convicción general de que ellos son inmortales por todos los tiempos, lo cual explica el desprecio de morir y su devoción voluntaria las cuales son tan comunes entre ellos; y entonces, fueron convencidos por su legislador original de que todos son hermanos desde el momento en que ellos se convierten, niegan los dioses de Grecia, adoran al sabio crucificado y viven bajo sus leyes. Todo esto lo llevan a cabo en fe, con el resultado de que ellos menosprecian igualmente todos los bienes mundanos, considerándolos como de común propiedad.” (18) 

Luciano menciona también varias veces a los cristianos en su obra Alejandro el falso profeta, secciones 25 y 29.

#6 Talo, Flegonte y Julio el Africano. Posiblemente uno de los primeros escritores que menciona a Jesús fue Talo. Sus trabajos de escritos históricos no han sobrevivido hasta la fecha, pero algunos de los primeros padres de la iglesia citan a Talo en varios puntos, preservando así lo poco que sabemos de él. Algunos de los eruditos fechan sus escritos cerca del 52 A.D., otros al final del primer siglo o al principio del segundo. Julio el Africano, quien escribió cerca del 221 A.D. se refiere a la oscuridad en el momento de la crucifixión de Jesús: «Talo, en el tercer libro de sus historias, explica tal oscuridad como un eclipse de sol. Irrazonablemente, me parece a mí». El Africano tenía razón al objetar a Talo. Un eclipse solar no puede suceder cuando hay luna llena, «y fue en el tiempo de la luna llena pascual cuando Cristo murió.»

Sin embargo, la observación más importante que se hace acerca de los comentarios de Talo, es que él no trata de refutar la existencia y la crucifixión (con la acompañante oscuridad) de Jesús. Talo presentó la crucifixión, como un hecho histórico definido, aunque la oscuridad que cubrió la tierra cuando ésta sucedió era algo que necesitaba una explicación natural. El Africano también afirmó que Talo coloca este hecho en el decimoquinto año del reino de Tiberio César (probablemente en el 29 AD.) Aunque Lucas 3:1 dice que fue el año en que Juan el Bautista comenzó su ministerio, lo cual coloca la crucifixión aproximadamente tres años o tres años y medio más tarde. Parece, pues, que al buscar una explicación natural para la oscuridad que rodeó a la crucifixión. Talo estaba dispuesto a echar mano de cualquier cosa dentro del período de tiempo general de la crucifixión.

Otro trabajo similar al de Talo, que no ha sobrevivido hasta el día de hoy, son las Crónicas de Flegonte. Flegonte escribió cerca del 140 A.D. Un fragmento pequeño de su obra, la cual El Africano dice que confirma la oscuridad sobre la tierra en la crucifixión, aparece después de la afirmación del Africano con respecto a Talo. El Africano dice que Flegonte se refiere al mismo eclipse cuando «él documenta que en el tiempo de Tiberio César cuando había luna llena, hubo un eclipse total de sol de la sexta a la novena hora»

Orígenes, el prolífico erudito cristiano de principios del tercer siglo, también hace mención de Flegonte en Contra Celsus (Contra Celso). En 2.33, Orígenes escribe:

“En lo que respecta al eclipse en el tiempo de Tiberio César, en cuyo reino Jesús parece haber sido crucificado, y el gran terremoto que hubo, también Flegonte, creo yo, ha escrito en su decimotercero o decimocuarto libro de sus Crónicas.”

En 2.14 dice:

“Resulta que Flegonte, en el decimotercero o decimocuarto libro de sus Crónicas, creo yo, no sólo le atribuyó a Jesús un conocimiento de los acontecimientos futuros (aunque cayó en confusión en algunas de las cosas que se refieren a Pedro, como si se refirieran a Jesús), sino que también testificó que el resultado correspondió a sus predicciones. Así que él también, al admitir acerca de su conocimiento anticipado, como si fuese en contra de su voluntad, expresó su opinión de que las doctrinas enseñadas por los padres de nuestro sistema no estaban desprovistas de un poder divino.”

En 2.5 9 dice del terremoto y de la oscuridad: 

Respecto a esto hemos hecho nuestra defensa en las páginas precedentes, conforme a nuestra habilidad, citando el testimonio de Flegonte, quien relata que estos eventos sucedieron en el tiempo en que sufrió nuestro Salvador. 

Un escritor del siglo sexto, Filofón, afirma: «Y acerca de la oscuridad... Flegonte la menciona en las Olimpiadas (el título de su historia)». 

Necesitamos ser cuidadosos al utilizar a Flegonte como una «prueba positiva» de las referencias a Jesús. Inexactitudes en sus reportes demuestran que sus fuentes en cuanto a la vida de Cristo son incompletas. Pero Flegonte es una referencia significativa debido a un hecho importante. Al igual que Talo, él no ofrece ninguna indicación de que en este temprano período, el hecho de la existencia de Jesús (y aun detalles relatados tales como la oscuridad y la crucifixión) se pusieran en duda. Se daba por sentado que eran hechos históricos. Era la interpretación de esos hechos lo que se convertía en tema de debate.

#7 Adriano. En el reinado de Adriano, Serenio Graniano, procurador de Asia, escribió al emperador pidiendo su consejo para manejar las acusaciones en contra de los cristianos. Probablemente estaba experimentando los mismos problemas que Plinio había mencionado. Los cristianos, por el celo de su nueva relación con el Jesús resucitado, estaban llevando a otros a Cristo y alejándolos de las prácticas de los cultos paganos. Esto dañó a ciertos hombres que tenían algún oficio, como el de platero, justo en donde más dolía ─en los bolsillos─. Como resultado, los cristianos a menudo se encontraban ante los tribunales por ninguna otra razón que la de seguir a un Dios no aprobado por el estado. Adriano le escribió a Minucio Fundano, el sucesor de Graniano. Su carta, preservada por Eusebio, es una evidencia indirecta que confirma las mismas cosas que Plinio había registrado: 

No deseo, pues, que esta cuestión sea pasada sin examinarse, para que estos hombres no vayan a ser molestados, y ni se les dé la Oportunidad a los informantes para procedimientos maliciosos, Por lo tanto, si los provincianos pueden claramente probar sus acusaciones en contra de los cristianos, como para responder ante un tribunal, déjenlos seguir solamente este curso, pero no por meras peticiones o por meras protestas en contra de los cristianos. Porque es más adecuado que si alguien tiene una acusación, que ustedes la examinen.

#8 Mara Bar-Serapión.  Después del 70 A.D. un sirio, probablemente un filósofo estoico, le escribió a su hijo desde la cárcel. En un esfuerzo para animar a su hijo a que buscara la sabiduría, él reflexionó:
“¿Qué ganaron los de Atenas con matar a Sócrates? Hambre y plagas vinieron sobre ellos como juicio por su crimen. ¿Qué ganaron los hombres de Samos por quemar a Pitágoras? En un momento su tierra fue cubierta de arena. ¿Qué ganaron los judíos por ejecutar a su rey sabio? Fue después de eso que su reino fue abolido. Dios vengó justamente a estos tres hombres. Los atenienses murieron de hambre, los de Samos fueron tragados por el mar; los judíos, arruinados y echados de su tierra, viven en completa dispersión. Pero Sócrates no murió definitivamente, él vivió en las enseñanzas de Platón. Pitágoras no murió definitivamente, él vivió en la estatua de Hera. Ni el rey sabio murió para siempre, él siguió viviendo en las enseñanzas que había dado. “ (19)

El valor que dan las afirmaciones de esta carta a los hechos históricos es aminorado por el hecho de que Mara Bar-Serapion pudo haber obtenido su información de las tradiciones cristianas (lo cual no significa necesariamente que no sea cierto) y por el hecho de que su información acerca de Atenas y Samos no es exacta. Pero su carta podía ser tan remota como del primer siglo y el escritor no es cristiano puesto que se refiere, en otro lugar, a «nuestros dioses» y pone a Jesús en el mismo nivel de Sócrates y de Pitágoras.

Además, pone a Jesús a vivir en sus enseñanzas y no en su resurrección. Parece haber sido influenciado por los cristianos gentiles, puesto que culpa a «los judíos» por «ejecutar al rey sabio». Pero, entonces, aun el judío Juan, el discípulo de Jesús, repetidas veces utiliza «los judíos», para referirse a grupos judíos en particular o a los líderes, la mayoría de los cuales se oponían a Jesús, pero algunos se maravillaban de Jesús, y otros eran indiferentes. No vamos a llevar nuestro sondeo de las referencias no cristianas más acá del 200 A.D. En el capítulo previo vimos cuán improbable es que algún escritor no cristiano se hubiera referido a Jesús o a sus seguidores. La evidencia de este capítulo indica que el mensaje de la vida, muerte y resurrección de Jesús debió de haber empezado a esparcirse a través del Imperio Romano inmediatamente después de la muerte de Jesús, porque los escritores no cristianos estaban reportando sus efectos dentro de los años dieciséis al treinta, después de ocurrida. 
#9 Referencias del Talmud judío, escritos de los Rabinos. Para poder entender exactamente las implicaciones de las referencias rabínicas a Jesús, es importante tener primeramente, una percepción de las diferentes divisiones de la literatura producida por los rabinos. Conforme vayamos a través del siguiente material, puede que usted desee referirse a este esquema, el cual puede ayudarle a tener una idea de todo el asunto.

Desde los tiempos de Esdras, a raíz de la reconstrucción de los muros de Jerusalén, varios sacerdotes, escribas y rabinos empezaron a comentar sobre el significado de los pasajes de las Escrituras. En Nehemías 8:7-8 se nombra a varios individuos que, junto con los levitas y bajo la dirección de Esdras, «hacían entender al pueblo la ley» y «leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura». Generación tras generación, estas enseñanzas eran memorizadas y pasadas palabra por palabra en una ininterrumpida tradición oral. Y con cada generación siguiente, las interpretaciones de sus propios rabinos eran añadidas a la siempre creciente tradición.

En los días de Jesús, los mandamientos y las prohibiciones se habían vuelto increíblemente vastos, especialmente cuando se considera que todavía las mismas estaban siendo comunicadas, no por escrito, ¡sino de memoria! Esta era la «tradición de los ancianos» a la cual se refiere el Nuevo Testamento. A estas interpretaciones de la ley les atribuían tanta autoridad como a la ley misma y movieron a Jesús a decir: «Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición». Memorizar todas las interpretaciones rabínicas de la ley debió de haber sido un trabajo que consumía tanto tiempo de los estudiantes de la misma, que les quedaba muy poco tiempo para practicarla. Quizás ésta haya sido una de las razones por las cuales Jesús desafió a los escribas diciéndoles: «Cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis». En armonía con el sentimiento de Jesús, la práctica original de Esdras había sido preparar «su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos».
Cuando Jerusalén y el templo cayeron en el 70 A.D., los fariseos de la escuela de Hillel temieron que Israel perdiera sus tradiciones y su unidad. Con el permiso de los romanos, ellos establecieron sus oficinas centrales en Jamnia, casi directamente al oeste de Jerusalén, cerca de la costa mediterránea. Allí reformaron el Sanedrín, y Yohanan ben Zakkai se convirtió en su nuevo presidente. Su trabajo principal fue poner su tradición oral en forma escrita. El rabí Akiva tuvo éxito en arreglarla por temas, pero fue torturado hasta la muerte después que la rebelión de su «Mesías», Bercoquebas, fue aplastada por los romanos en el 135 A.D. Un alumno de Akiva, el rabí Meir, revisó y continuó su trabajo. Finalmente, alrededor del 200 A.D. el rabí Judá el Patriarca, terminó la recopilación de lo que conocemos hoy día como la Misná.

Literalmente, Misná significa «enseñanza» o «repetición». El material en ésta está dividido en seis sedarim, cada seder abarca la enseñanza de un tema en particular. Los seis temas principales son: agricultura, festivales, mujeres, daños, cosas sagradas y limpieza. Cada sedarim se divide en secciones más pequeñas llamadas tratados. Cada tratado se divide en capítulos que contienen «secciones», y cada sección no es mucho más larga que un versículo de la Biblia.

Paralelo a la Misná está la Midrás. Su nombre proviene del verbo darash que significa «buscar, explorar o interpretar». La Midrás es más bien un comentario fluido de las Escrituras, en tanto que la Misná puede que enseñe ciertas interpretaciones independientemente de su base escritural. Hay dos clases de Midrás: los Halakoth, que son más legislativos y la Haggada, que tiene un enfoque más inspirado. Estos mismos términos se utilizan a menudo para describir el tipo de materiales que se hallan en la Misná, casi todos los cuales serán llamados halakic.

Otra clase de material, integrado por comentarios del período tanaítico no seleccionado para la Misná, es llamado Tosefta, que significa «adición» o «suplemento». Estas enseñanzas amplían la Misná o dan versiones paralelas de dichos presentes en la misma. El período del 70 al 200 A.D. es designado como el período tanaítico. El nombre viene de Tanna' im, o «repetidores» del material codificado en la Misná y la Tosefta. Durante el período tanaítico se produjeron más tradiciones, las cuales estaban fuera de la Misná o eran ajenas a la misma. Estas tradiciones eran conocidas como Baraithoth (Baraita, en singular) y fueron preservadas en los Gemaras (comentarios acerca de la Misná) del período amoraico.

El período amoraico se extiende del siglo tercero al sexto D.C. Los maestros de este período, llamados ammoraim, produjeron comentarios acerca de la Misná conocidos como Gemaras. El nombre viene del hebreo Gemar que significa «terminar». Hubo dos escuelas de ammoraim durante este período; una en Babilonia, y otra en Palestina. Cerca de 350-425 A.D., la escuela palestina compiló su propia Misná (período tanaítico) y Gemaras (período amoraico) en el Talmud palestino o de Jerusalén. La otra escuela existente, en Babilonia, permitió que su comentario sobre la Misná continuara ampliándose hasta cerca del 500 A.D. En esa época, sus, propios Misná y Gemaras fueron compilados para formar el Talmud babilónico, una colección más grande que el Talmud palestino. El significado de Talmud es «enseñanza».

Del vasto cuerpo de comentarios rabínicos, tanto los eruditos cristianos como los judíos concuerdan en que hay varios pasajes que sin ambigüedades se refieren a Jesús. Este hecho es excepcional en vista de varios factores importantes:

Primero, sólo existe un pequeño número de copias manuscritas de los Talmudes antiguos. La iglesia debe hacerse responsable por esta situación. En su persecución de los judíos, a menudo confiscó manuscritos judíos y los destruyó quemándolos.

Segundo, a la luz de las persecuciones, la comunidad judía se impuso una autocensura para remover las referencias acerca de Jesús de sus escritos para no ser más blanco de ataques. Morris Goldstein, antiguo profesor de literatura del Antiguo y del Nuevo Testamentos en la Escuela de Religión del Pacífico, relata:

Así que, en 1631 la Asamblea Judía de Ancianos de Polonia declaró: «Nos unimos a ustedes, bajo la amenaza de gran condena, a no publicar en nuevas ediciones de la Misná o de los Gemaras, alguna cosa que se refiera a Jesús de Nazaret... Si ustedes no ponen la debida atención a esta carta, sino que en contra de la misma continúan publicando nuestros libros de la misma manera que hasta aquí se ha hecho, pueden traer sobre nosotros y sobre ustedes mismos sufrimientos aun mayores que en los tiempos pasados». Al principio, porciones borradas de palabras en los Talmudes impresos, fueron indicadas por pequeños círculos o por espacios en blanco, pero con el tiempo éstos también fueron prohibidos por los censores. Como resultado de la doble censura, por regla general los volúmenes de la literatura rabínica contienen sólo restos distorsionados de supuestas alusiones a Jesús.

Tercero, los rabinos, durante el tiempo del «período del segundo templo» no se inclinaban a hacer mención de acontecimientos ni de personas de este período, a menos que tuviesen mucho que ver con algún pasaje de las Escrituras o comentario que se estuviese exponiendo. El notable erudito judío Joseph Klausner no era cristiano y escribe preferentemente para el pueblo judío, y dice:
Las autoridades del Talmud por lo general raramente se refieren a los acontecimientos del período del segundo templo, y lo hacen sólo cuando éstos tienen mucha relación con alguna discusión «halákica», si no es así, los mencionan muy someramente en alguna «haggada». Por ejemplo, ¿qué habríamos sabido de la gran lucha macabea en contra de los reyes de Siria si los libros apócrifos 1 y 11 de Macabeos, y los escritos griegos de Josefo no hubieran sobrevivido, y nos hubiéramos visto obligados a obtener toda nuestra información acerca de este gran suceso de la historia de Israel del Talmud solamente? ¡Ni siquiera hubiéramos sabido el nombre Judas Macabeo!
Puesto que Jesús vivió durante el período del segundo templo, las referencias acerca de El son mucho más dignas de notarse.

Cuarto, a la luz de la opresión romana sobre la nación judía, la aparición de Jesús fue relativamente sin importancia para los rabinos. Nuevamente citamos del erudito judío Klausner:

La aparición de Jesús durante el período de disturbio y confusión que tuvo lugar en Judea en tiempo de los Herodes y los procuradores romanos, llamó tan poco la atención que los contemporáneos de Jesús y de sus primeros discípulos apenas lo notaron; y para la época en que el cristianismo se había convertido en una secta grande y poderosa, los «sabios del Talmud» ya habían sido removidos del tiempo de Jesús.

#10 Conclusión

Un área que es a menudo pasada por alto en los desafíos al cristianismo es la transformación de los apóstoles de Jesús. Sus vidas cambiadas proveen un testimonio sólido de la validez de sus afirmaciones. Puesto que la fe cristiana es histórica, para investigarla debemos apoyarnos fuertemente en el testimonio, tanto escrito como oral. Hay muchas definiciones de «historia» pero mi preferida es: «Un conocimiento del pasado basado en el testimonio». Si alguien dice: «Creo que no es una buena definición», yo pregunto: «¿Crees que Napoleón vivió?» Casi siempre responden: «Sí». «¿Lo has visto?», les pregunto, y confiesan que no lo han visto. «¿Entonces cómo sabes que vivió?» Bueno, ellos se están apoyando en un testimonio. 

Esta definición de la historia en particular tiene un problema inherente. El testimonio debe ser confiable o el oyente estará mal informado. El cristianismo implica conocimiento del pasado basado en el testimonio, así que debemos ahora preguntar: ¿Fueron fidedignos los testimonios orales originales acerca de Jesús? ¿Se puede confiar en que comunicaron correctamente lo que Jesús dijo e hizo?

Creo que sí puedo confiar en los testimonios de los apóstoles porque, de esos doce hombres, once murieron como mártires por sostener dos cosas: (1) La resurrección de Jesús y (2) su creencia en El como el Hijo de Dios. La tradición confiable muestra que ellos fueron torturados y azotados, y finalmente enfrentaron la muerte, mediante algunos de los métodos más crueles que se conocían:

1. Pedro, crucificado.
2. Andrés, crucificado. 
3. Mateo, a espada.
4. Juan, muerte natural.
5. Jacobo, hijo de Alfeo, crucificado.
6. Felipe, crucificado.
7. Simón, crucificado. 
8. Tadeo, muerto a flechazos. 
9. Jacobo, hermano de Jesús, apedreado. 
10. Tomás, atravesado por una lanza. 
11. Bartolomé, crucificado.
12. Jacobo, hijo de Zebedeo, a espada.

La respuesta que a menudo se da es ésta: ¿Y qué? Muchos han muerto por una mentira; así que, ¿qué prueba eso? 

Sí, muchos han muerto por una mentira, pero ellos pensaban que era la verdad. Ahora bien, si la resurrección nunca sucedió (i.e., fue falsa), los discípulos lo sabían. No encuentro ninguna forma de demostrar que ellos pudieran haber estado engañados. Por lo tanto, estos once hombres no solamente murieron por una mentira ─aquí está la paradoja─ ¡pero ellos sabían que era una mentira! Sería difícil encontrar a once personas en la historia que hayan muerto por una mentira, a sabiendas de que era una mentira.

Murray J. Harris sugirió además «evidencias institucionales y algunas consideraciones psicológicas» en apoyo del carácter histórico de Jesús; entre estas últimas destacó la improbabilidad psicológica de que un grupo de judíos del siglo I, para quienes la crucifixión era una maldición (Deuteronomio 21:23), inventara una religión cuyo fundador fue crucificado por los romanos, acusado de sedición y alboroto político, y que muriesen por sostener semejante engaño por ellos creado. [Harris, Murray J. (2005). Tres preguntas clave sobre Jesús. Terrassa, Barcelona: Editorial Clie. p. 22.]

Aparte de las muchas predicciones mesiánicas presentes en el Antiguo Testamento, ninguno de los cuatro evangelios o los veintitrés documentos adicionales del Nuevo Testamento tendrían el más mínimo sentido si Jesús no hubiera existido. ¿Acaso toda la procesión de conocidos personajes históricos que se relacionaron con Jesús interactuaron con el vacío? ¿Trató Herodes el Grande de acabar con un niño fantasma? ¿Anás y Caifás, los sacerdotes judíos, entrevistaron a un espíritu? ¿El gobernador romano Poncio Pilato juzgó a un fantasma el Viernes Santo? ¿Dieron Pablo y tantos apóstoles su vida por un mito?

Ni fuentes sagradas ni seculares niegan que los personajes mencionados sean bien conocidos, y que su existencia esté sustentada por pruebas arqueológicas; por lo tanto, son históricos. Lo mismo puede decirse de Jesús de Nazaret. Pero ¿por qué, entonces, no se le permite a Jesús, como al resto de estos personajes, el "lujo" de haber vivido? ¿A qué se debe la doble norma?

A partir de las pruebas internas (bíblicas) la existencia de Jesús es sencillamente innegable. Pero también existe mucha información fuera de la Biblia acerca de este asunto.

Recapitulando… aunque el Nuevo Testamento prueba más allá de toda duda que Jesús realmente vivió, este no es de ninguna manera la única evidencia histórica disponible. Alrededor del año 94 d.C., un historiador judío con el nombre de Josefo mencionó el nombre de Jesús dos veces en su libro, Antigüedades Judías. En la sección 18 de ese trabajo, Josefo escribió: “Había alrededor de este tiempo un hombre sabio, Jesús, si es que se le debe llamar un hombre; ya que era un hacedor de maravillas, un maestro de hombres que recibieron la verdad con placer” (énfasis añadido). Luego, en la sección 20, Josefo documentó cómo un hombre llamado Ananus trajo ante el Sanedrín a “un hombre llamado Santiago, el hermano de Jesús llamado el Cristo y a otros más” (énfasis añadido).

Alrededor de 20 años más tarde, Tácito, un historiador romano, escribió un libro analizando la historia de Roma. En este él describió cómo Nerón (el emperador romano) “impuso castigos refinados sobre una clase de gente depravada conocida como cristianos”. Él continuó escribiendo que “su fundador, Cristo, había sido ejecutado en el reino de Tiberio por el gobernador de Judea, Poncio Pilato” (Annals 15:44, énfasis añadido). Aunque Tácito, Josefo y otros historiadores del primer y segundo siglo d.C. no fueron seguidores de Cristo, ellos sí tuvieron algo que decir acerca de Él—¡y ellos incluso verificaron que Jesús fue una persona real tan famosa que incluso atrajo la atención del mismo emperador romano!

Otra razón obvia para creer que Jesús fue una persona real es que nuestro método completo de datación está basado en Su existencia. Las letras “a.C.” quieren decir “antes de Cristo” y las letras “d.C.” significan “después de Cristo”. Así que cuando un maestro de historia habla de Alejandro el Grande que gobernó el mundo en el 330 a.C., él está admitiendo que Alejandro el Grande vivió alrededor de 330 años antes de que Jesús naciera.

Aunque esta es solamente una muestra de la evidencia concerniente a un hombre conocido como Jesús, esta es suficiente para probar que Él fue una persona real y no solamente un personaje imaginario. Nosotros no aceptamos Su existencia ciegamente— ¡este es un hecho histórico!

Referencias y más fuentes históricas


(1) «There are those who argue that Jesus is a figment of the Church’s imagination, that there never was a Jesus at all. I have to say that I do not know any respectable critical scholar who says that any more». R. Burridge y G. Gould: Jesus now and then, Wm. B. Eerdmans, 2004, pág. 34.

(2) En Christopher PRICE (2003): «Scholarly opinions on the Jesus myth», se recogen opiniones en este sentido de Howard  Marshall, Michael Grant, Will Durant, Rudolf Bultmann, Robert Van Voorst, Graham Stanton y Richard Carrier. Algunas de  ellas: «The theory of Jesus’ nonexistence is now effectively dead as a scholarly question» (Robert Van Voorst); «To sum up, modern critical methods fail to support the Christ myth theory» (Michael Grant); «That a few simple men should in one generation have invented so powerful and appealing a personality, so loft an ethic and so inspiring a vision of human brotherhood, would be a miracle far more incredible than any recorded in the Gospel» (Will Durant); «No sane person can doubt that Jesus stands as founder behind the historical movement whose first distinct stage is represented by the Palestinian community» (Rudolf Bultmann).

(3) Antonio Piñero: Guía para entender el Nuevo Testamento, pág. 152.

(4) Antonio Piñero, op. cit., pág. 153.

(5) Todas las citas de Josefo, excepto la siguiente, son de P.L. Maier, ed./trad. al inglés, Josephus -The Essential Works [Josefo: Obras Esenciales], Grand Rapids: Kregel Publications, 1994.

(6) Schlomo Pines, An Arabic Version of the Testimonium Flavianum and its Implications [Una Versión Arábiga del Testimonio  Flaviano y sus Implicaciones], Academia de Ciencias y Humanidades de Jerusalén, 1971.

(7) Louis H. Feldman, tr. al inglés, Josephus, IX; Cambridge, MA: Harvard University Press, 1965, 496.

(8) Plinio, "Cartas", ("Letters") por William Melmoth, revisado por W.M.L. Hutchinson (Cambrigde Harvard Univ. Press, 1935), Volumen II, X: 96 como se encuentra  citado en Habermas, Gary R., "El Jesús Histórico: Evidencia Antigua de la Vida de Cristo", ("The Historical Jesus: Ancient Evidence for the Life of Christ"), Joplin, MO: College Press Publishing Company. 1996.

(9) Suetonio, Catharine Edwards (2001). Lives of the Caesars. pp. 184, 203.

(10) Robert E. Van Voorst (2000). Jesus outside the New Testament: an introduction to the ancient evidence, pp. 30-31.

(11) Louis H. Feldman (1 de octubre de 1996). Jewish Life and Thought among Greeks and Romans. p. 332.

(12) Robert E. Van Voorst (2000). Jesus outside the New Testament: an introduction to the ancient evidence. pp. 31-32.

(13) Robert E. Van Voorst (2000). Jesus outside the New Testament: an introduction to the ancient evidence. p. 32.

(14) Robert E. Van Voorst (2000). Jesus outside the New Testament: an introduction to the ancient evidence. p. 37.

(15) E. Mary Smallwood (1 de octubre de 2001). The Jews Under Roman Rule: From Pompey to Diocletian. pp. 210-211.

(16) Lane, William L. (1998). «Social Perspectives on Roman Christianity during the Formative Years from Nero to Nerva: Romans, Hebrews, 1 Clement», en Karl P. Donfried; Peter Richardson. Judaism and Christianity in First-century Rome. pp. 204-206.

(17) Raymond E. Brown; John P. Meier (mayo de 1983). Antioch and Rome. pp. 100-101.

(18) Luciano, "La Muerte del Peregrino" ("The Death of Peregrine"), 11–13, en "Las Obras de Luciano de Samosata", ("The Works of Lucian of Samosata") traducido by H.W. Fowler y F.G. Fowler, 4 vólumenes. (Oxford: Clarendon, 1949), volumen 4, como se encuentra citado en Habermas, Gary R., "El Jesús Histórico: Evidencia Antigua de la Vida de Cristo", ("The Historical Jesus: Ancient Evidence for the Life of Christ"), Joplin, MO: College Press Publishing Company. 1996.

(19) Penna, Romano: Ambiente histórico-cultural de los orígenes del cristianismo: textos y comentarios, pág. 319, Bilbao, 1994.

De plus, les daré un resumen de todos los que hablan de Jesús en sus escritos, usted puede investigar por sí mismo.

Fuentes religiosas (autores judios)
Carta de Santiago, su hermano (49-50 DC)
Testimonio de Pedro por medio de Marcos su interprete (50-65 DC)
Registro de Levi el recaudador de impuestos (60-65 DC)
Cartas de Pedro (62-64 DC)
Carta de Judas (65 DC)
Evangelio de Juan el apostol (85-90 DC)
Cartas de Juan (85-90 DC)

Fuentes no religiosas (autores romanos, griegos, etc.)
Tratado del griego Lucas a Teofilo sobre la vida de Jesus(60 DC)
Tratado del griego Lucas a Teofilo sobre los hechos de Pedro, Pablo etc (63-70)
Epistolas de Pablo (51-70 DC)
Papias (contemporaneo de Juan)
Ireneo de Lyons (convertido en 70 DC)
Bernabe (70 DC)
Clemente de Roma (95 DC)
Hermas (95 DC)
Ignacio de Antioquia (70-110 DC)
Justino Martir (133 DC )
Policarpo (70-156 DC)
Tatian (170 DC)
Taciano (170 DC)
Clemente de Alejandria (150-212 DC)
Tertuliano (160-220 DC)
Hipolito (170-235 DC)
Talo, historiador Samaritano (52 DC)
Mara Bar Serapio, Carta a su hijo Serapio (73 DC)
Luciano, Grecia menor, Aproximadamente (90 DC)
Cornelio Tácito,. Documento a Annals XV. (112DC)
Suetonio, Biografía de la vida de Claudio XXV. (120DC)
Plinio el menor. Roma, Cartas 10:96 (120 DC)
Actas de Poncio Pilato (Citado en Apologia 1.48 de Justino Martir)

Fuentes No religiosas / No Bíblicas (autores judios)
Tal’doth Yeshu (100 DC)
Talmud Babilonico, Baralia
El Amoa ‘Ulla’ (Siglo III)
R.Simeon ben’ Talmud Babilonico
Flavio Josefo. Antigüedades Judías.
Axact

Moosh Redacción

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