La biología, la física, las matemáticas, la ingeniería y la medicina nos ayudan a entender el mundo, pero hay mucho de la vida que aún sigue siendo un misterio.
Un sinnúmero de libros y artículos recientes han salido a la luz con el objetivo de hacernos creer que de alguna manera-en la ciencia ha refutado la existencia de Dios. Sabemos mucho acerca de cómo funciona el universo, sus autores afirman, que Dios es simplemente innecesario: podemos explicar todos los funcionamientos del universo sin la necesidad de un Creador. Y de hecho, la ciencia nos ha traído una inmensa cantidad de comprensión. La suma total del conocimiento humano en materia ciencia se duplica cada año.
En la física y la cosmología, ahora podemos afirmar saber qué le pasó a nuestro universo ya en una pequeña fracción de segundo después del Big Bang, podemos interpretar y estimar la dirección de meteoritos y cometas. En química, entendemos las reacciones más complicadas entre átomos y moléculas, entendemos la isomería de los orgánicos y en la biología sabemos cómo funciona la célula viva y cómo se identifica el genoma.
Y se levanta la pregunta de la cual nadie se escapa: ¿todo ese conocimiento desmiente la existencia de un Ser anterior a todo, de una fuerza todopoderosa que puso en funcionamiento esa fabulosa máquina del Universo?
La ciencia logró importantes victorias contra el dogma religioso fanático a lo largo del siglo 19. En la década de 1800, los descubrimientos de Neanderthal que aún permanecen en Bélgica, Gibraltar y Alemania mostraron que los seres humanos no fueron los únicos homínidos en ocupar la tierra, y que los fósiles y restos de animales y plantas ya extintas demostraron además que la flora y la fauna evolucionaron, vivieron durante miles de años y luego mueren cediendo su lugar para las especies mejor adaptadas. Estos descubrimientos han prestado un fuerte apoyo a la teoría de la evolución entonces emergente, publicada por Charles Darwin en 1859. Y en 1851, León Foucault, un físico francés autodidacta, demostró definitivamente que la Tierra gira, en lugar de quedarse en su lugar, como el Sol giraba alrededor que utilizan un péndulo especial cuyo movimiento circular reveló la rotación del planeta.
Descubrimientos geológicos realizados durante el mismo siglo "echaron por suelo" la hipótesis de la "tierra joven". Ahora sabemos que el planeta Tierra tiene millones, no miles, de años de antigüedad, como algunos teólogos habían calculado con base en el conteo de las generaciones de nuevo a Adán bíblico. Todos estos descubrimientos derrotaron la interpretación literal o radical de las Sagradas Escrituras.
Pero... ¿ha logrado la ciencia moderna, desde el principio del siglo 20, demostrar que no hay Dios, como algunos comentaristas afirman hoy en día?
La ciencia es un compromiso increíble, maravilloso: nos enseña sobre la vida, el mundo y el universo. Pero no nos ha revelado por qué el universo vino a la existencia ni lo que precedió a su nacimiento en el Big Bang. La evolución biológica no nos ha traído la más mínima comprensión de cómo los primeros organismos vivos aparecieron de la materia inanimada en este planeta y cómo las células eucariotas -los bloques de construcción altamente estructurados de formas de vida avanzadas- tan complejas hayan surgido de organismos más simples.
Ni tampoco explica los grandes misterios de la ciencia: ¿Cómo surgió la conciencia en los seres vivos? ¿De dónde el pensamiento simbólico y la conciencia de sí mismo vienen? ¿Qué es lo que permite a los seres humanos para comprender los misterios de la biología, la física, las matemáticas, la ingeniería y la medicina? ¿Y lo que nos permite crear grandes obras de arte, la música, la arquitectura y la literatura? La ciencia está lejos de explicar estos misterios profundos.
Pero existe una pregunta mucho más importante que las anteriores, y es la pregunta persistente del ajuste fino de los parámetros del universo: ¿Por qué es tan preciso nuestro universo? ¿Por qué la Tierra esta tan finamente ajustada para desarrollar vida -lugar exacto, clima exacto-?
Esta pregunta no ha sido respondida de manera satisfactoria, y creo que nunca va a encontrar una solución científica. Para aquel encargado de profundizar en los misterios de la física y la cosmología, se dará cuenta que el universo parece ser increíblemente complejo -y de hecho lo es-.
Para explicar el comportamiento mecano-cuántico de una sola partícula diminuta requiere páginas y páginas de matemáticas muy avanzadas. ¿Por qué incluso las partículas más pequeñas de la materia son tan increíblemente complicadas? Parece que hay una escondida "sabiduría", una estructura, un modelo con nudos, un algoritmo complejo... incluso para el elemento más sencillo la naturaleza. Y la situación de querer explicar las cosas se vuelve mucho más desalentadora a medida que ampliamos nuestra visión de todo el Cosmos.
Sabemos que hace 13,7 mil millones de años, una explosión gigantesca de energía, cuya naturaleza y fuente son completamente desconocidas para la ciencia, inició la "creación" de nuestro universo. Entonces, de repente, como por arte de magia, la "partícula de Dios" o el bosón de Higgs descubierto hace dos años en el interior del poderoso acelerador de partículas del CERN, entró en vigor y milagrosamente dió la masa del universo. ¿Por qué pasó esto? La masa constituida por partículas elementales: los quarks y los electrones cuyos pesos y cargas eléctricas debieron caer dentro de límites inconmensurablemente estrechos para poder dar paso a lo que sucedería a continuación. Porque una vez dentro del caldo primitivo de partículas elementales que constituyen el universo joven, de nuevo, como por arte de magia, todos los quarks repentinamente se agrupan de tres en tres para formar protones y neutrones para que luego sus cargas eléctricas establezcan con precisión al nivel exacto necesario para atraer y capturar a los electrones, que comenzaron luego a circundar los núcleos compuestos por los protones y los neutrones. Todas las masas, cargas y fuerzas de interacción en el universo tenían que haber existido en las cantidades necesarias de manera que podrían formar los primeros átomos ligeros.
Los más grandes serían entonces cocinados en fuegos nucleares dentro de las estrellas, que luego nos darían al carbono, el hierro, el nitrógeno, el oxígeno y todos los demás elementos que son tan esenciales para la formación de planetas, atmósfera... e incluso vida. Y, finalmente, la molécula de doble hélice altamente complicada, el ADN de propagación, se formaría.
La pregunta del millón y la que ha dejado en silencio a la humanidad entera: ¿Por qué todo lo que necesita para existir llegó a existir? ¿Cómo fue posible todo esto sin algún poder externo latente para orquestar la rumba precisa de las partículas elementales necesarias para la creación de todos los elementos esenciales de la vida e incluso la existencia misma?
El gran matemático británico Roger Penrose ha calculado la probabilidad de la aparición de un Cosmos que de la vida -basado en solo uno de los cientos de parámetros del universo físico-, para calcular dicha probabilidad se divide 1 por 10, elevado a la potencia 10, y otra vez elevado a la potencia de 123. Es un número tan cerca de cero como nadie ha imaginado nunca en la historia de la humanidad. (La probabilidad es mucho más pequeña que la de ganar el premio mayor de la lotería multiplicada por la cantidad de días que el universo ha estado en existencia.)
Los ateos científicos se han revolcado en las teorías más retóricas para explicar este misterio preocupante por lo que sugirieron la existencia de un multiverso, un conjunto infinito de universos, cada uno con sus propios parámetros. Esto consiste que en algunos universos, las condiciones están mal para la vida; Sin embargo, por el tamaño de este multiverso supuesto, tiene que haber un universo en el que todo está bien. Pero si se lleva un inmenso poder de la naturaleza para crear un universo, entonces, ¿cómo dicha fuerza sería mucho más potente que la fuerza necesaria con el fin de crear un número infinito de universos? Por lo que el multiverso puramente hipotético no resuelve el problema de Dios. La increíble puesta a punto del universo presenta el argumento más poderoso para la existencia de una entidad creadora inmanente bien podemos llamar a Dios. A falta de evidencia científica convincente de lo contrario, puede ser necesario forzar todos los parámetros que necesitamos para nuestra existencia cosmológica, física, química, biológica y cognitiva a ser lo que son una fuente de este tipo.
La ciencia y la religión son dos caras del mismo profundo impulso humano para comprender el mundo, para conocer nuestro lugar en él, y para maravillarse con el milagro de la vida y el Cosmos infinito que nos rodean. Vamos a mantener esto de esa manera, y no intentar usurpar el papel del otro.
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